Inicialmente lo más trascendente era que con la entrega de la alianza de bodas el hombre entregaba a su mujer el cuidado del hogar y sus posesiones, no teniendo importancia si el anillo era de tela, hueso, marfil, cáñamo o cuero.
Ya durante el desarrollo de la fascinante cultura egipcia en la Edad del Bronce, llegaron a confeccionar complejas piezas talladas en metales nobles, esmaltadas con sustancias de vidrio y con incrustaciones de piedras semipreciosas.
La afición de los antiguos egipcios por el arte de la joyería se explica por su fervor hacia los amuletos mágicos, a los que otorgaban un intenso sentido religioso.
En el Imperio Romano era frecuente llevar anillos de diversas formas que se usaban como sellos para firmar documentos. Por este motivo, y porque para ellos los metales simbolizaban la eternidad, los anillos pasaron a ser exclusivamente de metal.
Fue esta espléndida cultura la que intensificó aún más el protocolario intercambio de los anillos entre las parejas, renovándose anualmente con la celebración de una fastuosa ceremonia.
En la antigua Grecia, los novios colocaban el anillo de bodas en el cuarto dedo de la mano izquierda ya que creían que existía una vena que lo enlazaba directamente con el corazón, símbolo inequívoco del amor.
En la celebración de las primeras bodas cristianas se realizaba una bendición de “Padre, Hijo y Espíritu Santo”, que contaban a partir del dedo índice y terminaba en el anular, dedo en el que insertaban el anillo en memoria de esa ceremonia.
Pero sin duda la más curiosa es la leyenda china según la cual, cada dedo representa a uno de nuestros seres queridos: el pulgar son nuestros padres, el índice nuestros hermanos y amigos, el dedo corazón somos nosotros mismos, el anular es la pareja y el meñique son los hijos.
Haz el siguiente ejercicio, siguiendo estos pasos según la imagen:
1. Une las yemas de tus dedos de una mano con los mismos de la otra: pulgar con pulgar, índice con índice... Todos menos los dedos corazón, que unirás por los nudillos.
2. Separa los dedos pulgares. ¿Puedes? Sí, ya que en algún momento nos separaremos del hogar familiar y de nuestros padres.
3. Vuelve a unir los pulgares y separa los índices. ¿Puedes? Sí porque nuestros hermanos y amigos seguirán caminos distintos a los nuestros.
4. Haz lo mismo con los dedos meñiques. Puedes separarlos, porque antes o después nuestros hijos caminarán solos y harán una vida independiente.
5. Intenta separar los anulares. No puedes..., si has elegido bien a tu pareja y estás destinado a permanecer unido a ella hasta el final de vuestros días, te resultará imposible separarlos.
Y por eso el dedo anular es el elegido para portar los anillos de compromiso.
Durante la ceremonia, el intercambio de las alianzas representa la perfecta unión de la pareja y simbolizan el compromiso y la fidelidad eterna, "hasta que la muerte os separe”.
No es hasta el siglo IX, cuando el Papa Nicolás I decreta la entrega del anillo a la novia como una declaración oficial de la intención de casarse, siendo a partir de entonces aceptado por la iglesia católica como un elemento de fidelidad y compromiso entre los novios.
Debía ser un acto sencillo, sin derroches ni simbologías vanidosas. Hoy en día son elementos imprescindibles tanto en las bodas católicas como en otras religiones cristianas.
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